Mariano Pensotti: “Esperamos que las cosas cambien”


Aunque el tango diga que “veinte años no es nada” para un grupo teatral sostenerse ese tiempo es casi un milagro. Un ejemplo es “Marea”, integrado por Mariano Pensotti, como autor y director, Mariana Tirante como escenógrafa, Diego Vainer, como músico y Florencia Wasse como productora. Para festejar este aniversario estrenaron en una sala independiente su última creación: Una sombra voraz con las actuaciones de Diego Velázquez y Patricio Aramburu. Están los sábados a las 22 y domingos a las 18 en Dumont 4040. El espectáculo ya conoció su versión francesa en el Festival de Avignon (2024) y este año se dio la austríaca en el Festival de Viena. Mientras prepara su debut como régisseur en el teatro Colón con Demencia de Ariana Harwicz.

—¿Por qué el nombre de Marea para el grupo?

—Fue el título de nuestro primer espectáculo en el año 2005. Es un nombre que tiene que ver con las aguas, que por lo general no están quietas. Creo que es en ese sentido que lo elegimos, aunque no lo pensamos en su momento. Terminó definiendo mucho lo que fue y lo que es la trayectoria del grupo.

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—¿Cómo nació Una sombra voraz tan vinculado con el mundo del alpinismo?

—No tengo nada que ver con ese mundo, pero creo que se trata de estar abierto a lo que te va sensibilizando. Estaba obsesionado con estas noticias que hubo en los últimos años que por el cambio climático en distintas montañas del mundo empezaron a aparecer cuerpos de escaladores que estaban ocultos por la nieve. Pasó en las montañas del Himalaya donde murieron, quedaron desaparecidos y ahora aparecen sus cuerpos. Esa imagen de la tierra devolviendo los muertos o los desaparecidos me parecía muy poderosa poéticamente. La obra en definitiva tiene que ver con la relación entre padres e hijos y el mundo de la actuación. También con la realidad, la ficción y cómo contamos una vida y cómo la ficción modifica la realidad.

—¿Investigaste sobre los escaladores?

—Hablé con algunas personas que escalan porque no quería equivocarme. Después apareció el libro de Petrarca, que es un texto real, que escribió en 1336 sobre la subida al Monte Ventoux, aunque se descubrió que había sido un invento suyo. Me pareció alucinante esta mezcla de algo quea Petrarca cuenta como una experiencia real, pero que en definitiva es una ficción.

—Estrenaste varias espectáculos en el Complejo Teatral de Buenos Aires, en simultáneo con Europa, el año pasado te convocó Adrián Suar para el ámbito comercial y escribiste (“Felicidades”) y ahora volvés al independiente. ¿Cómo es pasar por todos estos escenarios?

—Por un lado es paradójico, nosotros como grupo Marea siempre hacemos las obras de la misma manera, independientemente del ámbito. Pensamos qué nos resulta movilizador o interesante para contar o para pensar temáticamente en ese momento, todas surgen de una forma colectiva. Escribo los textos y los dirijo, pero las ideas están muy discutidas con el resto del grupo y llevan mucho tiempo de previa, no tanto de ensayo. Obviamente es distinto trabajar con actores alemanes que hacerlo con dos intérpretes exquisitos como Diego Velázquez y Patricio Aramburu con los que además nos conocemos mucho. Lo que sí fue claro es que teníamos muchas ganas como grupo de volver al teatro independiente y hacer un espectáculo más centrado en las actuaciones, donde estuviera muy cerca el público. Con todo lo que está pasando en el país sentíamos que estar en este ámbito era una forma de resistencia y que es fundamental.

—¿Qué balance hacés de tu experiencia en el teatro comercial con “Felicidades”?

—Fue una aventura y una pirueta. Cuando me llamó Suar sabía que era una invitación a ir a un ámbito que no tiene nada que ver con el teatro que hago. Pero fue una combinación de factores un poco inesperados, con Adrián tenemos contacto desde hace un montón de años, vio muchas de mis obras. Siempre fue muy generoso con lo que hago. Me había invitado a escribir para Polka. Cuando me llamó para hacer esta obra con él y con Griselda (Siciliani) lo sentí como un festín para cualquier director o dramaturgo. Fue poner a trabajar una parte distinta del cerebro y de la sensibilidad, que es completamente diferente a la que uso en mis obras.

—¿Tuviste que vencer un prejuicio?

—En ese sentido para mí fue un ejercicio interesante. Tengo que decir que no soy muy amante del teatro comercial, le hago muchas críticas y no es claramente el tipo de teatralidad que me interesa desarrollar. Pero debo decir que la experiencia fue buenísima. El grupo que se armó estuvo bárbaro, el proceso fue muy divertido y hasta enriquecedor. Que vean una obra cinco mil personas por fin de semana que es lo que genera lo popular es muy interesante. Tal vez por eso después giré a la dirección opuesta que es un ámbito independiente.

—¿Y qué pasa con el teatro estatal?

—Hay determinado tipo de obras que no se puede hacer si no existe el teatro público. Algunos de nuestros espectáculos son imposibles de llevar al circuito independiente porque tienen una escenografía muy grande o implican una técnica que las salas no pueden costear, ni tampoco se pueden hacer en el teatro comercial porque no hay una lógica de ser obras populares o divertidas para que las vean miles de personas. El ámbito estatal tiene una función muy específica y clara, ya que debe apoyar este tipo de propuestas que solo se pueden hacer en ese contexto. Valoro mucho el teatro público y mi idea es seguir trabajando ahí. Aunque la sensación es que en estos últimos años se ha puesto muy difícil porque tienen poco presupuesto y están presentando menos obras por año.

—¿Cuándo se verá el espectáculo La obra que estrenaste en Viena?

—Esa es una gran asignatura pendiente porque se iba a hacer este año en un teatro público y no se pudo hacer por falta de presupuesto. Estamos esperando hacerlo en el 2026. Es un buen ejemplo de un tipo de espectáculo que por su dispositivo escenográfico necesita un ámbito especial. En el elenco están Rami Fadel Khalaf, Alejandra Flechner, Diego Velázquez, Susana Pampin, Horacio Acosta y Pablo Seijo. Estamos esperando, pero creo que es un momento donde somos muchos los que esperamos que las cosas cambien.

—¿Cómo es la realidad teatral en Europa?

—Es muy distinta. A veces uno hace generalizaciones. Cuando hablamos de proteger a la cultura, al teatro independiente, al Instituto Nacional del Teatro. No es solamente un lugar donde se presentan espectáculos, es también donde la gente va a tomar un curso, ensayar, son polos de discusión y de creación cultural allá de los grupos.



Fuente: www.perfil.com

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